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SUERTE DE LOS RELIGIOSOS Así, en corto espacio de tiempo, había sido dispersada y deshecha aquella Comunidad : para unos comienza la trage– dia de la vía dolorosa que ha de terminar en el calvario y en ]a muerte; para los restantes, los menos, también se inicia una odisea, pródiga en sufrimientos, que perdurará cerca de un año. Los que pudieron librarse de caer en manos de los rojo::;, fueron a esconderse a casas particulares. Allí permanecie– ron sin ser mayormente molestados, aunque estuvieron a punto de ser detenidos; alguno, Fr. Lázaro de Villares, lo fué efectivamente, pero pronto consiguió ser puesto en li– bertad. El hambre, el encierro, la preocupación, el sobresal· to, la angustia, el miedo, el terror fueron su patrimonio, su pan cotidiano durante ocho meses. Gestiones llevadas a cabo por los Superiores de Gijón y Bilbao lograron al fin el éxito apei:icido. Un buen día, Mar– tes Santo de 1937, un coche ligero con dos policías se va de– teniendo delante de las casas donde se encuentran hospeda– dos tres de los que han podido librarse de la muerte: P. Ma– nuel, P. Lucas y Fr. Lázaro; llevan la orden de trasladarbs a Bilbao. Ellos, ya prt:venidos y avisados d~ antemano, su– ben al coche, y en calidad de detenidos y como prisioneros de guerra, emprenden d viaje y van pasando por uno y otro control hasta llegar a la capital de Vizcaya. Aquí ya pue– den respirar con absvluta tranquilidad. Hallan benévola y fraternal acogida entre los religiosos d'e nuestro convento c 1 .e Bilbao, quienes, solícitos sobremanera, les buscaron Ju– gar seguro donde poder refugiarse y pasar desapercibidos. Dos de ellos logran pasarse a Francia y el otro queda .~n Bilbao hasta la liberación de esta ciudad el 19 de junio ele 1937, al caer en poder de las tropas nacionales. Mientras tanto siete religiosos de aquella Comunidad ha– bían caído gloriosamente en tierras asturianas. Y habían muerto como religiosos: sus asesinos lo decían después, glo- 1 iándose de haber asesinado a varios Capuchi r os.