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-173 - a rezar juntos el Santo Rosario; pero tan grande era la ~n­ gustia y terror, que impedía a algunos pronunciar. las pala– bras. Se pusieron el hábito apresuradamente para con él mo– rir .despedazados y deshechos por las bombas, al mismo tiem– po que gritaban a todo pulmón para que cesase el fuego: " ¡Gente de paz~ gente de paz! ¡Somos unos pobres religio– sos!" Al percatarse de que no eran oídos de los milicianos, suben el P . Guardi án y el P. Vicario a la galería del conven– to, abren una ventana y dicen a los rojos: "¿Qué es lo que quieren? Somos gente de paz." ".Abran inmediatamente'', les responden apuntándoles. Baja el P. Vicario, Berardo de Yisantoña, a abrir la puerta del convento, mientras el Padre Guardián, Manuel de Hontoria, corre al sótano a avisar a los otros Religiosos para que suban; allí estaban pálido.:;, c..t errorizaclos. INTERESANTE DIALOGO Fueron lu~go divididos en dos grupos: cuatro de ellos, los PP. Berardo, Arcángel e lldefonso y Fr. Eustaquio, son conducidos a la Inspección de SegurÍJdad, y los tres rc:3 · tantes, P. Manuel, Fr. Alejo y Fr. Eusebio, son llevados a la vecina panadería, vestidos aún de hábito. Allí se entabl a el siguiente diálogo entre el jdecillo rojo y el P. Guardián, Manuel de Hontoria: -Ustedes predican una cosa y hacen otra; dicen que no hay que matar, y después matan á los obreros. -r osotros no matamos a na.d-ie: ni siquiera sabemos 1n~nejar las armas. -Pues, ¿quién disparaba? -Eso bien lo saben ustedes; nosotros no disparfthamos. -Bueno, bueno ... cuando ustedes vinieron a Gij0n no tenían una perrina, y ahora son millonarios. -Si lo dice por las obras de la iglesia que estamos ha– ciendo, sepa que se hace con dinero del Banco y es0 para <lar de comer a los obreros parados, como remediamo-; tam-

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