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CONVENTO DE GljON Era de muy reciente fundación: contaba solamente quin– ce años de eYistencia. La parte de la residencia había sido ínaugurada hacía cinco años y la iglesia estaba en plena construcción, tnejor dicho, no tenía sino las paredes maes– tras, aunque ya a bastante a ltura. Nuestros Religiosos habían trabajado espiritualmente en aquella barriada con gran intensidad y se habían esmera– do en la instrucción de las familias que allí habitaban. Con grandes esfuerzos económicos habían logrado levantar la casa, y, adosada a ésta, estaba la capilla, abierta al culto desde la llegada de los religiosos, pero que resultaba suma– mente reducida para la gente de aquel barrio. Por eso pre– cisamente se pensó en levantar la nueva iglesia que, a decir cierto, era de absoluta necesidad. Verdad es que desde las elecciones de febrero estaban poco animados los Superiores a proseguir las obras, con la perspectiva que se presentaba de no saber lo que sucedería y ante los rumores de la catástrofe que se avecinaba. Con todo, y aun temiendo el peligro, por dar asimismo trabajo a los muchos obreros parados· que había y que iban aumentan– do considerablemente, las obras, aunque algo paralizadas, se– g-uían adelante. GIJON EN ARMAS Llegó el 18 de j~lio de 1936. Gijón, industrial y obrero en su mayoría, al enterarse por la Prensa y por la radio del levantamiento militar llevado a cabo en Africa y en la Pen– ínsula, no necesitó de muchos llamamientos para que los componentes de los diversos sindicatos y organizaciones to– masen las armas en defensa de sus ideales. Frente a ellos se colocaron decididamente ya desde el pri-

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