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- 155 - Lan con que le iban a casar con una miliciana. El, por tocl.l contestación, se echab(!. a llorar y respondía: "Mátenme an– tes, pero yo no consiento eso''. Y así llegó el día 23. Fr. Gabriel, después de sus acos– tumbradas faenas, estaba cenando tranquilamente en man– gas de camisa; por cierto, dijeron las milicianas, que aque– lla noche le habían servido suculentas chuletas de ternera. De pronto ~e presenta un miliciano y le llama para que vaya urgentemente. Abandona el comedor, pasa al Colegio, sube las escaleras de la galería y va a salir por la puerta del co– legio que da a la era y por .donde acostumbran a salir los ~iños Seráficos al recreo. Apenas ha dado un paso fuera de la puerta, tres milicianos de El Pardo, apostados en la parte de afuera, disparan contra él sus escopetas. Fr. Ga– briel cae mortalmente herido y se va desangrando lentamcil– te, poco a poco, hasta exhalar su postrer suspiro. Quizá también, en aquellos supremos momentos, los IrJismos que tantas veces le habían conminado a blasfemar <:.on amenazas de muerte se acercarían a él para repetírselo por última vez. También él rechazaría entonces aquella su– gestión con más enérgica resolución, con más valentía aún que en las repetidas veces que quisieron obligarle a ello los milicianos. Esto~ dieron desoués el pretexto de h::tberle matado, di· <.:iendo que, como sabían que dentro de algunos días ven– drían al convento milicianos de Madrid, no querían que és– t()S le matasen, sino que tenían que ser ellos. Así mostra– ban su valentía . Gracias al enterrador hemos podido llegar a averiguar el día en que fué fusilado Fr. Gabriel; él se cuidó bien de consignar en el libro que el día 23 había dado sepultura al fraile que estaba en el convento y a quien habían fusilado los milicianos. Cuando, después de liberad'o Madrid, comenzaron en el cementerio ele El Pardo, donde había sido sepultado Fr. Ga– briel, las exhumaciones y reconocimientos de las mucha:. personas de derechas que, asesinadas en la carretera de El