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- 154- gunos días, lo bajaron al pueblo parq. que el comité allí for– mado lo juzgase. Dicho comité lo sentenció a muerte, sen– tencia que no se ejecuto por haberse opuesto a ello resuel– tamente el Guardia de Asalto tantas veces citado, haciendo valer toda su autoridad. Le volvieron consiguientemente al convento y le pusieron al cuidado de la huerta. Volvió así a sus antiguos trabajes, pero siempre vigi– ladó por milicianos con fusil, que no le pet-dían de vista ni a sol ni a sombra. Poco sabemos de él concretamente en el tiempo que transcurrió hasta su muerte, pues, a los ocho días de su– cedido cuanto acabamos de narrar, fué detenido el Guar:dia de Asalto y llevado a la cárcel de San Antón, donde refirió estos interesantes datos a uno de nuestros religiosos CJUC allí se encontraba también detenido, Fr. Balbino de Ferral. Sin embargo, según han referido varias mUJjeres de El Pardo, que durante la guerra estuvieron en el convento en– tre los milicianos. ayudándoles en la cocina y en otros tra– l,ajos propios de la mujer, todas las noches Fr. Gabriel se retiraba a su antigua celda, con permiso de los milicianos, y allí descansaba las horas que le permitían. Mas como ob– ~ervasen por un agujero que antes de acostarse se ponía de rodillas y hacía sus oraciones vespertinas, le obligaron a bajar con ellos y estar con los que hacían guardia a la en– trada de la iglesia ( r ). ANTES MORIR Puede suponerse lo que el pobre F r. Gabriel tendría que sufrir: ¡qué t ratos, qué instaltos, qué desprecios!; y así un c!ía y otro día, sin poder de:::.cansar tranquilamente ni una sola noche. Y para más molestarle con cosas que sabían le "habían de llegar más al alma, frecuentemente le amenaza- (r) Así lo contaron, terminada la guerra, a Fr. Eleuterio de Rozalén, es– tando de portero en el convento; ellas mismas le refirieron las circunstancias de su muerte que más a·bajo relatamos.

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