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-153- andar carretera adelante, según datos facilitados por un Guardia ele Asalto que se lo oyó de los propios labios de Fr. Gabriel, con intención de dirigirse a Villa del Prado, esperando encontrar allí más benévola acogida entre algu– nos vecinos que le eran conoci:d'os. Mas al ver que no le era posible conseguir su intento, por encontrar por todas par– tes muchos milicianos, se internó en las espesuras del mon– te de El Pardo, no sabemos con qué intenciones. A los siete días de andar errante por el monte, sin haber probado bo– c.::tdo durante ellos, fué encontrado por un grupo de Guar– dias de Asalto y <l'e milicianos que hacían descubiertas por el monte diariamente en busca de gentes de derechas que ~e iban a esconder entre los árboles y matorrales, huyendo de Madrid. Tan pronto como los milicianos le descubrieron y se acercaron a él, supusieron era un religioso del conven– to de El Par.do, cosa que él también confesó ingenuamente, y su primer propósito fué matarle allí mismo donde le ha– bían encontrado; a ello se opuso terminantemente el men– cionado Guardia de Asalto que nos ha proporcionado estos preciosos datos, si bien no pudo librarle en modo alguno de que le diesen una fuerte paliza. Luego, en vista de que lle– vaba ya siete días sin tomar alimento, le llevaron a casa de uno de los guardas del monte para que allí le diesen de co– mer; mas él se negó rotundamente a probar bocado. . EN EL CONVENTO... PERO SIN LIBERTAD Cuando le quisieron matar, él les rogaba no lo hiciesen, añadiendo que, como ellos, también él había trabajado en la huerta del convento y que buena prueba ele ello eran sus manos encallecidas. Entonces los milicianos 1e dijeron : "Pues bien: ya que tú cuidabas de la huerta, sabrás dónde <·stán las armas que teníais, pues, sin duda, deben estar .::tllí escondidas. Además, así podrás cuidar de la huerta del con– vento". Lo condujeron efectivamente al convento y, pasados al-

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