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drés Apóstol, a las cuatro de la tarde-según declara nues– tra interlocutora-, provisto de algunos víveres que la mis– ma le proporcionó en previsión de lo que pudiera suceder, salió de El Escorial, no sin antes despedirse de la que había hecho para con él el oficio de madre cariñosa y solícita, y emprenldió el camino en dirección al Alto del León. NUEVA DETENCION Cuando ya había conseguido llegar a dicho sitio y es– taba muy próximo a las avanzadillas de los nacionales, fué conocido de un capitán, quien inmediatamente le mandó de– tener. Le quitaron cuanto llevaba, le apálearon, le maltra– taron de mil maneras y luego le condujeron a donde esta– ba el EstaJdo Mayor de aquel sector. Puede suponerse lo que entonces pasaría cuando, según testimonio del joven Ladislao Graja! Cuesta, al encontrarse con él veinte días después en la cárcel del pueble de Guadarrama, el 23 de di– ciembre, tenía todavía el P. Carlos los labios partidos y la cara machacada de los golpes recib~dos en aquella ocasión. Y, sin embargo, al entrar en la cárcel dicho joven, el Pa– dre Carlos, enterado de la terrible aventura de su compañe– ro de cautiverio, que, herido y hecho prisionero por los ro– jos, entró en la cárcel con graves heridas aún abiertas, mo– vido de compasión 1e cedió la cama donfde dormía y él se :1costaba en el suelo. SUFRIMIENTOS Vamos a describir su vida y sus padecimientos en aquel encierro. La habitaci~n que tenían para ambos, que esta– ban a disposición dd Z~tado Mayor de aquel sector, era bastante estrecha, y el género de vida que llevaban, harto sencillo, casi conventual y sujeto a un horario fi jo. Como nada tenían que hacer, se levantaban algo taroe, a las diez, aunque el P. Carlos hacía siempre antes sus oraciones ma– tinales, que continualba despué;>. Luego se lavaban en la

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