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-143- roente en los pasillos con los oficiales; éstos hacen muy fa– vorables comentarios del P. Carlos: "El caso es-decían– que no es mala persona para ser fraile; es buen chico, muy listo y muy mañoso. El nos ha arreglado la radio, nos ha compuesto el teléfono, y hoy nos arreglará la pianola." El P. Carlos, aunque vigilado, en un momento oportu– no pudo decir a las señoritas de la casa estas tranquiliza– doras palabras: "No tengan miedo, que estos compañeros son buenos. " Como el registro se prolongaba demasiado y el tiem– po corría, un joven con aire, tono y ademanes de manda– más llegó de fuera y comenzó a dar grandes voces : -Aquí, ¿a qué se ha venido? -A registrar la casa y a llevarnos a ese-dijeron los policías señalando al P. Sixto. -Pues a ese se le lleva y esto se acabó rápidamente -añadió el joven. Pero ante la imposibil1dad de poder salir el P. Sixto,. por encontrarse enfermo, añadió aquél: -Volveremos por él dentro de tres días. Luego ordenó que saliesen todos de la casa. Salió también el P. Carlos en compañía de los oficia– les con quienes había venido; montaron luego en el coche· del Estado Mayor y partieron rápidamente. Eran las nue– ve y media de la noche. EN LIBERTAD: EL HOMBRE DE CONFIANZA Ni el careo ni tampoco el registro tuvieron consecuen– cia alguna desagradable ni para la fanúlia Castañeda ni para el P. Sixto y P. Carlos. Este fué llevado de nuevo a El Escorial, y si bien los primeros días estuvo en calidad ele detenido, gozó después de amplia libertad, no obstante (1ue todos sabían lo que era. Quedó, sin embargo, a las ór– denes .directas de la Comandancia Militar, que estaba ins– talada en el Hotel Medina. Allí conoció y trató a la men-

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