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-142 - -Soy Pablo Merillas (el nombre de pila del P. Carlo-; ). Al reconocer al P. Carlos la señprita que se puso al teléfono, aparentando serenidad, le replicó: "Espere; voy a ver si acaso mi hermana le conoce." Y, volviéndose, di jo ~t los .de la casa: "Es el P. Carlos ... Pero habla de una for– ma muy rara. Se me antoja que le pasa algo." Es de advertir que el P. Carlos preguntaba lo que la Po– licía le dictaba, y ésta, provista ele auriculares, escuchaba la respuesta que daban a sus preguntas. Al oír el P. Sixto que llamaba el P. Carlos y que pre– guntaba por Juan Bermúdez (era el nombre que llevaba el Padre Gregorio), pensando de primer momento que tal vez querría dar algtma noticia sobre el paradero del desapare– cido Juan Bermúdez, se levantó de la cama para hablar con ei P . Carlos. -¿Eres tú, Pablo? -Si. -¿Dónde estás? -Aquí, con unos compañeros. -¿Nos vamos a ver luego? -No sé ... Ya veremos ... No sé si podré ... -¿Qué te pasa? ¿Dónde estás? -Aquí, con unos amigos. El P. Sixto comprendió luego ele qué se trataba y colgó el teléfono, dicien.do al mismo tiempo a los de la casa: ' 1 El Padre Carlos está en la Dirección de Seguridad. Me arre– piento de haber hablado .. . " A los diez minutos un coche se para elefante ele la casa de Castañeda. De él bajan tres oficiales y un joven vestido de mono azul: era el P. Carlos. Suben al piso, y ante aquél y el P. Sixto, que se hallaba en la cama, hacen a uno y a otro un largo e intrigante interrogatorio, del que, en resu– midas cuentas, nada pudieron sacar en concreto. No contentos con eso, se lleva a cabo un reg istro en la casa, practicado por algunos policías que habían llegado poco tiempo después de los oficiales. Mientras que el :·e– gistro tiene lugar, algunos de los policías charlan amigable-

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