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Seráfico, pasando aquí el resto de su vida. En toda ella poco podemos señalar digno de especial mención, pues el aposto– lado apenas lo ejerció. Sin embargo, su sencillez era infan– til y verdaderamente característica, lo mismo que la bondacl ele su carácter, humildad y docilidad. Si por casualidad dis– putaba con alguien, sabía luego ceder de su parte sin reñir ni enfadarse en modo alguno; a todo se avenía con alegre Si~mblante, lo mismo a las indicaciones de los Superiores, que rt>eibía sumisamente, sin protestas de ninguna clase, como a las ele sus iguales, que sabía también respetar. TODO UN ARTISTA Dios le había dotado de cualidades artísticas verdade– ramente excepcionales; sabía dibujar admirablemente, si bien apenas había tenido ni tiempo ni profesor para apren– derlo, debiéndose todo a lo que la naturaleza le había dado y a su trabajo y constancia; sobresalió asimismo en la mú– sica, que sabía sentir como pocos e interpretaba magistral– mente; era también excelente fotógrafo, como lo han podi– do admirar las muchas personas que vieron las fotografías -por él sacadas. Tenía, por otra parte, suma habilidad para las cosas de mecánica : lo mismo instalaba la luz eléctrica ·en una casa, como lo hizo en nuestro convento de Gijón. ·como arreglaba un teléfono, una máquina cualquiera, un aparato de radio e incluso lo hacía totalmente nuevo, lle– ·gando a perfeccionar el de galena y hacer receptores que nadie sabría distinguir si eran o no de lámpara por la au– sencia de toda clase de ruidos con que se oía. Por eso mismo, aunque en otras actividades no haya prestado grandes servicios a la Orden, supo hacerlo en es– tas cosas, aportando su talento y su valer con desinterés y ·c:on entusiasmo.

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