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• - 135 - precipitadamente a los coches, sin detenerse siquiera a dar el tiro de gracia. El señor Fernández Langa, que nos ha referido cuanto antecede, declara que él no recibió tiro alguno, sino que al oír la descarga, le dió un desvanecimiento, cayó desploma– do en tierra y perdió eL conocimiento, que no recobró sino después de algún tiempo. Cuando volvió en si, al verse in– demne y que a su alrededor no había ni la sombra de un solo miliciano, quiso levantarse; mas tal era su nerviosismo, que le parecía como si la tierra estuviera pegada a la cara y :1.0 pudiese hacerlo. Cuando ya ·se incorporó vió a su lado a su suegro, el se– ñor Arana, y creyendo le hubiese pasado lo que a él, le toma del brazo y le dice: "Vámonos, abuelo"; mas de pronto 3.d– Yierte que ... era cadáver. A su lado estaba también el P. Gregorio: una bala le ha– bía entrado por el cuello y había salido por la garganta, abriéndole un gran orificio por el que se desangró: tam– bién era cadáver, y en su frente presentaba algunas peque– ñas heridas que con toda probabilidad se debió hacer al caer en tierra. El, entonce~, se dirigió sigilosamente y con toda pre– caución a su casa, dando gracias a Dios por haberle librado de una muerte segura. * * * En el alto del Hipódromo, donde tantos millares de ino– centes fueron vilmente asesinados, cayó también mortalmen– te herido por una bala el P. Gregorio .de La Mata: asesina– do por la espalda, a traición. En la fotografía de su cadáver, ·sacada en el Depósito Judicial, fácilmente se advierte su cara de sufrimiento y la contracción de su rostro; todo ello me ha llevado a la con– vicción, desde la primera vez que vi su fotografía, de que. antes de exhalar su último suspiro, debió pasar horrible y prolongada agonía.

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