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-133- te ele la checa llegaron a saber lo que en realidad de verdad C:ra el P. Gregorio. A eso de las cinco y media de la tarde se encontraba el P. Gregario conversando en un grupo con varios otros ele– tenidos. De pronto se presenta ante éhmo de los milicianos, llamado Angel Peiró, y le dice a bocajarro estas textuales palabras: "¿Con que te llamas Juan Bermúdez?... ¿Con que eres jornalero?... Tú te llamas Quirino Díez ... y además eres fraile capuchino" .. . El P. Gregorio, un tanto sonrojado, no contestó ele mo– mento palabra alguna; pero al fin confesó llanamente que, en efecto, se llamaba Quirino Díez y era religioso capuchi– !10. No necesitaba ya con eso otra sentencia de muerte. A partir de aquel momento estaba plenamente persuadi– do ele que le matarían, y así claramente se lo decía a los ele– más que con él hablaban: " Estos nos matan, con toda segu– ridad"; y ante las palabras optimistas de sus compañeros, no cesaba de repetir: "No lo .duden : éstos nos matan". Por lo que pudiera pasar, varios aprovecharon aquella ocasión para confesarse con él. EN COCHE... HACIA EL HIPODROMO A las once ele la nqche fué llamado el P. Gregorio por su propio nombre ele pila . Quirino Díez, y asimismo lo fueron el señor Arana, don José María Rodríguez Alcalá, don Pa– blo Cáceres, Secretario jubilado ele la Escuela de Ingenie– ros Industriales, don Teodoro Menéndez y el propio don AHrcdo F. Langa. Se les recluyó en una habitación apart~ y ele momento nada se les di jo sobre su suerte. Allí pasaron las restantes horas hasta las tres o cuatro de la madrugada del día 27, en que se presentaron varios mi– licianos y les mandaron subir a un coche. En él se encontra– ban y,a dos milicianos anna,dos de fúsil y el chófer con un gran pistolón al cinto. Este coche, seguido y escoltado por una camioneta abierta, en la que iba un grupo de milicianos. también armados de fusil, emprendió Iueg·o la marcha, bajan-

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