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- 130- LAS AMARGURAS DE LA REVOLUCION En el mencionado convento, como dejamos dicho, sor– prendió la revolución al P. Gregor.io el 21 de julio de 193<i Con los demás fué detenido, llevado a la Dirección ele Se– guridad y puesto luego en libertad el 25 del mismo mes. Fué a refugiarse en la casa del doctor Ubeda, donde permaneció hasta el S de agosto. Días antes, el portero de la casa comu– nicó al mencionado doctor Ubeda que sabía tenía en su casa dos frailes, y que, puesto que le habían anunciado iban a practicar un registro en todos los pisos, se lo advertía, por– que él se vería en la precisión de declarar las personas que había en la casa : que les avisaba de antemano para que to– masen las oportunas medidas. No tuvo más remedio que marchar de allí, dirigiéndose a casa de la familia Orcasitas, donde estuvo solamente algunos días; aquí se le proveyó de cédula conveniente, y para que pa– sase más desapercibido ante los vecinos, se le tenía como mi– nero asturiano, ya que su barba ele dos o tres días y la boina que llevaba le daban cierta caracterización. Un conocido de dicha familia, afiliado a Izquierda Republicana, le buscó alo– jamiento en una pensión de la calle de Covarrubias y hasta le acompañó personalmente a ella. Quince días estuvo en esta pensión; quinc-e días que fue– ron para él un duro y penosísimo calvario. El género ele vida que allí tuvo que llevar era enteramente nuevo, al que en modo alguno estaba acostumbrado, y por eso mismo tenía que resultarle penoso y muy cuesta arriba, mucho más a él, de ánimo indeciso y apocado, y no obstante haber estado en <·ontinua relación y en contacto directo con los otros religio– sos y asimismo con personas conocidas que, a porfía, pro– curaban animarle y aliviar en lo posible su situación y los achaques que la enfermedad del estómago le producía. Mas como, por otra parte, comenzaron a escasear los ali– mentos y su rlelicada salud no le permitía tomar más que le– che, tenía que procurársela yendo personalmente a las colas