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- I29 - dolencias no tenían fácil remedio y su mejoría en el Norte fuese muy pasajera, tuvo que volver de nuevo a El Pardo para seguir en las mismas ocupaciones que lleva consigo el cargo de Profesor, hasta el verano de 1936 en que estalló la revolución. VIDA RELIGIOSA Como bien se echa de ver, la v~da del P. Gregorio fué $encilla en extremo. Se redujo casi exclusivamente a la labor de Profesor, a la enseñanza y formación de futuros sacer– dotes y misioneros; labor ardua, difícil y pesada, en la que puso a contribución su valer y sus esfuerzos, sobre todo en la cátedra de Literatura, de la que era sumamente entusias– ta y amante apasionado. Por su carácter sencillo, franco y expansivo, sabía ha– cerse amable a todos, distinguiéndose asimismo de una ma– nera especial por el entusiasmo con que acogía ·toda idea em– prendedora de los demás, prestándoles asimismo su aplauso, como también se alegraba sobremanera con los éxitos obte– nidos por los otros religiosos. Su pronta y sumisa obediencia era otra virtud que cuan– tos con él convivieron podían admirar en el P. Gregorio, así como su carida;d, que no sabía murmurar ni criticar las ac– ciones ajenas. Si alguna vez en los recreos o en alguna dis– cusión se le escapaba. alguna palabra mortificativa para el prójimo, lo sentía al punto en el alma y sabía humillarse pi– diéndole di~pensa o perdón. Señalemos también comv- otro de sus distintivos la de– voción grande que profesaba a la Santísima Virgen, la que en parte había adquirido y, sobre todo fomentado, al lado de uno de sus condiscípulos, el P. Cirilo de Urrestilla, muer– to en el convento de El Pardo en gran opinión de santidad.

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