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- :; - LA REVOLUCION EN LA CALLE Riente amanecer del día 20 de julio de 1936... Xunca podremos olvidar cuantos nos encontrábamos en Madrid el jnbiloso despertar de ese día, tan lleno de esperanzas en las primeras hor<l;S y luego tan lleno a su vez ele trágicos acon– tecimientos. ¡Cuán ajenos nos levantamos de lo que iba a suceder! Nos despertamos una hora antes de lo acostumbrado, mejor dicho, fué el ruido sordo de los aviones el que vino a turbar 11uestro sueño a las cuatro de la mañana. Alegres sobrema– nera, saludábamos en ellos, al verlos evolucionar a lo lejos, a las tropas del general Mola, en la creencia ele que•se acer– caban ya a Madrid, precedidas .cJe los aviones nacionales ... ¡ Cómo nos engañamos!... Los aviones que veíamos eran precisamente del Gobierno ele la República, que cvoluciona– batJ sobre el cuartel de la Montaña y sobre los del recinto de Madrid . lanzando primero proclamas para que se rindiesen y luego bombas de todos los calibres. Sin percatarnos del peligro y en espera de acontecimien– tos, comenzamos los ejercicios de costumbre : la oración, el rezo de las Horas, las misa§, etc. Por lo demás todo seguía 110rmal a nuestro alrededor, con la sola particularidad de que los milicianos que vigilaban atentamente nuestro con– vento e iglesia desde los balcones y ventanas de las casas de enfrente, quisieron hacernos un nuevo registro, para cercio– rarse por tercera vez de que no teníamos armas. Horas después todo había cambiado... Eran las diez ele la mañana cuando Unión Radio daba la noticia de que los g-enerales Goded y Burriel eran conducidos al castillo ele Montju ich. A esa misma hora comenzaron también a oírse tiros,. al principio sueltos, después muy intensamente... Co– menzaba a correr la sangre por las calles de la capital: los milicianos parecían dueños de la situación. Los tiroteos se intensificaban y el pelig-ro se cernía amenazador sobre nos– útros. Era preciso aprovechar aquellos í11omentos de aparen-

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