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- 12Ó- mentos: si le llevaron a una checa, lo que parece más proba– ble, o a uno de tantos centros donde iban juntando cuantos detenían. Lo cierto es que al día siguiente se corrió por toda la vecindad la noticia que los mismos milicianos habían Ji– cho: "Que al Padre le habían matado aquella mañana, cerca dr la calle ele Diego de León; que aun estaba allí su cadáver, y que, si querían, podían ir a verlo". De ser ciertas estas noticias propaladas por los mismos milicianos, podemos señalar, como lugar donde fué asesinado el P. Alejandro, uno de los solares de la calle Diego de León, o quizás, lo que nos parece más probable, los solares de la calle de María de Molina. Sin embargo, según datos oficia– les que obran en el J uzgé!Jdo y en la Dirección de Seguridad, pero que, no obstante, como hemos podido comprobar por otros casos, no merecen absoluto crbdito, fué recogido su cadáver en e! barrio llamado de la China (barrio contiguo a la carretera de Andalucía), en la mañana del día 16. Según la fotografía sacada en el Depósito Judicial, apa– rece el maxilar inferior totalmente destrozado, bien porque se ensañaron con él o bien porque le dispararon alguna bala txplosiva que fué a .dar en esa parte de la cara. Fué luego inhumado en el cementerio de la A lmudena en sepultura y caja aparte, donde estuvo hasta el 9 de julio de r940 en que se trasladaron sus restos a la Sacramental ele San Isidro. Al ser reconocidos para su traslado, con dificul– tad se pudieron identificar, pues a causa de haber sido re– movidos para extraer otros cadáveres, no presentaba su caja sino un informe montón de huesos y ropas. El P. Alejandro ofreció su vida en sacrificio a Dios y por una Patria que iba a renacer, y muere en la plenitud de la vida, pues cuenta solamente treinta y cuatro años, para que l'Se sacrificio sea más meritorio. Es la primera víctima, tanto más propicia cuanto más jo– ven, que Dios escoge entre los moradores del convento de E:l Pardo.
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