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-125 - de trece milicianos, después de efectuar un registro en casa ele un familiar de doña Joaquina, llegaron a casa de ésta, llaman a la puerta y por 'todo saludo dicen al entrar : "Ve– nimos por el Superior del convento de El Par,do." Su pro– pósito era también el de llevarse a las dos Religiosas Car– melitas que asimismo estaban con él. Por primera medida advierten a la señora que no vienen a hacer un registro, ya que, por ser ella de nacionalidad extranjera, no podían lle– Yarlo a cabo; pero sí que pueden abrir los armarios y ver todas las habitaciones. Cuando llegaron, se encontraba el PadTe en chaqueta de pijama y en su habitación. Los milicianos le mandaron se cambiase de ropa, pues era necesario de todo punto se fuese con ellos. - ¿Pero es posible-les preguntó el P. Alejandro- que ustedes me vayan a matar? -No te preocupes-le contestaron ellos-. Tú vístete cuanto antes y ven luego. En los pocos minutos que empleó en cambiarse de ropa les hizo varias veces la misma pregunta inquietante: -¿Pero es que ustedes me van a matar? Recibiendo siempre ele ellos la misma fría contestación: -No te preocupes. Tú ven pronto. Si tal vez el P. Alejandro, en los primeros momentos se impresionó algún tanto, como era natural, pronto se sere– nó y recobró la calma. Y a la hija de doña Joaquina, r¡ue le ayudó a ponerse la americana, le dijo con g ran tranCJui– lidacl y entereza, según ella misma nos ha referido: "No hay que apurarse ni temer: tengamos ánimo y mucha con– f ianza en Dios." Salió con los milicianos, que no permitieron en modo al– guno le acompañase nadie. Al hijo de la señora, que quiso a todo trance ir con él, solamente le permitieron lo hicie:>e hasta bajar las escaleras, diciéndole luego: "Sube arriba, porque tienes que responder de las personas que quedan en tu casa." ~ada más hemos po::lido averiguar a partir de esos mo-

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