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- [23- Es de advertir, además, que una de las sirvientas rle doña J oaquina era comunista. No se tomaron, sin embargo, otras precauciones especia– les, fuera de la de retirar el confesonario y la capilla, en previsión de que pudiesen hacer un registro en la casa. Nada sucedió en los siguientes 1d,ías, hasta mediados de agosto. VIDA DE FAMILIA Y VIDA D E ORACION En esas palabras está condensada la vida llevada por el P. Alejandro durante el tiempo que estuvo en aquella casa. Gran parte del día lo pasaba en su habitación, entre– gado de lleno a la oración. Luego compartía con los de la casa, tratando a todos con suma sencillez y en conversación que resultaba muy agra¡dable. Animaba a todos con gran iervor y alegría a tener paciencia, a poner la confianza en Dios y a no querer sino lo que Dios quisiese: si quería sus vidas, entregárselas generosamente por el bien de España. Solía también entretenerse con dos nietos pequeños de ·doña Joaquina: presenciaba sus juegos, les ayudaba, les anima– ba; hasta _tomaba parte en ellos, tolerando con una sonrisa y sobrellevando con gran paciencia sus travesuras y a veces sus impertinencias. Cuando se enteró de los muchos registros que se lle– vaban a cabo de casa en casa, las detenciones y asesinatos c¡ue se cometían, y que las cosas iban poniéndose de mal en peor, su oración era todavía más prolongada. A su vez, la mencionada sirvienta comunista hacía sa– lidas desacostumbradas y sin contar con nadie, y hasta en cierta ocasión había faltado una noche de casa, regresando al día 'siguiente y ya muy tarde. Esas andanzas eran cono– cidas .de todos, temiendo con fundamento no hubiese he– cho alguna denuncia contra el P . Alejandro. Fué entonces cuando él propuso marcharse de aquella cása e ir a una pensión o a otro sitio donde pasase desco– nocido. Se trató, efectivamente, por la familia donde esta-

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