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- 122- En la mañana del citado día 25 de julio, según testimo– nio de esta religiosa, llegó el P. Alejandro a casa de doña Joaquina Estrada, viuda de Guillén, insigne bienhechora de la Orden, sita en la c~lle de Miguel Angel. El portero de la casa, al verle sin afeitar, bastante sucio por haber pasado casi tres días en los sótanos de la Dirección de Seguridad, descompuesto su rostro por los sufrimientos físicos y mo– rales, creyó que era uno de tantos foragidos como iban de casa en casa haciendo registros, y en modo alguno le que– ría dejar subir. Al ver el P. Alejandlfo que nada conseguía, diciéndole que era conocido ele la señora de la casa, que le esperaba, que nada temiese de él, confesó al fin ingenua– mente que era el Superior de los Capuchinos de El Pardo: sólo así consiguió su intento. Cuando llegó a la portería se hallaban con el portero va– rios hombres, quienes, lo mismo que aquél, oyeron perfecta– mente que "era el Superior del convento de El Parrdo". No es de presumir, sin embargo, que la denuncia contra el Pa– dre Alejandro partiese de ninguno de ellos, como luego ve– remos ; de otro modo, la huoiesen hecho a los pocos días. Llegó el P. Alejandro al piso de doña Joaquina precisa– mente cuanrdo la familia se encontraba comiendo. Lo pri– mero que pidió fué que le permitiesen bañarse; hecho esto se acostó a las dos, y tal era su cansancio, que estuvo dur– miendo hasta las diez, hora en que, creyendo los de la casa le hubiese pasado alguna cosa, le despertaron. La primera Misa la dijo el P. Alejandro al día siguien– te de llegar. Era precisamente domingo. Entre las varias personas conoddas y vecinas que asistieron a ella no falta– ron algunas sirvientas de las distintas familias de la casa. Se confesaron asimismo casi todos y recibieron la Sagrada Comunión. Para algunos, lo mismo que para el propio Pa– dre Alejandro, sería aquélla la última vez. Ese mísmo día, por la tarde, subió el portero de la casa para decir a la señora que toda la vecindad se había en– terado de que allí se había celebrado Misa, y que aquello, además de comprometer, era intolerable.

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