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- Il9 - aplicación, piedad, fervor y amor a la observancia regular, todo lo cual no impedía en modo alguno que en los recreos procurase divertirse y pasar en santa alegría aquel rato de expansión. Otra virtud hemos de señalar, en la que sobresalió asi– mismo notablemente: su prontitud de ánimo para obedecer cuanto se le mandase, es más, para cualquier insinuación de los Superiores, haciendo sin replicar, con sumiso y ejem– plar rendimiento de su voluntad, lo que de él exig·iesen. Con la obediencia a los Supriores juntaba una extremada cari– dad para con los iguales, mostrándose siempre pronto a ayu– darles aun en trabajos que no eran de su incumbencia; con nadie reñía ni disputaba acaloradamente, cediendo de su ra– zón muchas veces por complacer a los demás. Todo ello era, a nuestro modo de ver, fruto de su fe y de su piedad acendrada, y asimismo fruto práctico de su de– voción a la Santísima Virgen, a la que un día se consagró, entregándole por entero su voluntad. No queremos tampoco, y para terminar, pasar en silen– cio un hecho a todas luces manifiesto y que, sobre todo, sus profesores y condiscípulos pudieron observar. Nos referi– mos a su laboriosidad y su aplicacióf\. Consiguió en sus estudios, con su constancia, tesón y aprovechamiento de tiempo, más que otros con sus talentos y dotes naturales. Ordenado de sacerdote el r8 de diciembre de 1926, los Superiores le destinaron al año siguiente al convento de El Pardo con el cargo de Profesor del Colegio, y en ese puesto estuvo hasta 1934, a excepción de dos años que pasó en Ir– landa aprendiendo el inglés y al propio tiempo enseñando el castellano a los Capuchinos de aquella nación. VERDADERO PADRE En el Capítulo P rovincial celebrado en el mencionado año de 1934, por el mes de julio, fué nombrélldo Superior del mismo convento de El Pardo. Durante los dos solos años
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