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- 11 1- quienes en modo alguno consienten se mate a ningún reli– gioso. Los de Madrid, viendo quedan frustrados en un todo sus intentos de asesinato, optan por volverse a la ciudad, despidiéndose de los otros con toda una larga letanía de im– properios : "¡ Cobardes, gallinas ! : por vosotros nos tenemos que marchar a Madrid sin matar a ninguno". Cuando los religiosos quedan acompañados solamente de los milicianos de El Pardo, éstos les ordenan ir a las cel – das a arreglarse convenientemente; luego, reunidos de nue– vo en la portería, ·les obligan a subir a las camionetas que tienen ya preparadas, las que inmediatamente se ponen en marcha hacia el pueblo. Se detienen unos minutos ante el Ayuntamiento, mientras dentro se delibera sobre lo que de los religiosos van a hacer. Por fin, los coches parten de nue– vo en dirección al Orfanato. EN EL ORFANATO Y CON LOS NIÑ'OS DEL COLEGIO Allí se encontraban ya los Niños ' Seráficos: al saberlo y al verse nuevamente, es grande la alegría que unos y otros experimentan. Faltan solamente cuatro religiosos: dos de ello9 han es– tado detenidos algún tiempo en el Ayuntamiento y van lue– go a juntarse con todos. Un tercero, el P. Carlos de Alco– billa, logró esquivar b. vigilancia de los milicianos al asal– tar el convento y marchó a campo traviesa a Madrid, como luego rdüemos, y el cuarto, el P. Constantino de Alcedo, con– sigue escapar de los milicianos y se refugia en casa de uno rle los guardas del monte, donde al siguiente día es captura– do por los milicianos del pueblo y llevado también al Or– fanato. Poco había de durar su estancia allí; a los dos días, o ~ea el 23 por la tarde, los religiosos son separados de los ni– fios y conducidos en camionetas a la planta baja de los cuar– teles. Se les hace pasar a una habitación, se les manda po– nerse de ca ra a la pared y se les cachea minuciosamente,
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