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-107 - A las siete de la mañana fuertes rumores de algo ines– perado y transcende1~tal circulan insistentemente por el pue– blo; minutos después todos se enteran de la maniobra, llena de audaz valentía, llevada a cabo por el regimiento de Trans– misiones. Los rojos, que habían permanecido hasta ahora silenciosos y escondidos, sin dar señales de vida, se lanzan a la calle, esgrimiendo toda clase de armas: había llegado su hora. La noticia de lo sucedido llega también al convento; se delibera sohre la dleterminación que se ha de tomar, en vista ele la gravedad de los acontecimientos. Mas, como no era fá– cil acertar y aventurarse, se decidió, en definitiva, que to– dos tuviesen sus trajes preparados y esperasen acontecÍ·· mientos. ASALTO AL CONVENTp Las horas transcurren sin ninguna aparente novedad: únicamente observan los re~igioso's que el puesto de solda– dados, próxitno a l convento, ha sido retirado y que un gru– po de milicianos, pistola en mano, se llevaron prisioneros a Jos soldados que lo fo rmaban. Y con esta apar(lnte calma llega la hora de la comida. La Comunidad baja al refectorio; en el rostro ele los re·· ligiosos se refleja manifiestamente la incertidumbre y pe– simismo que embargan sus almas. Da comienzo la comida: se lee, como de costumbre, y se espera con ansiedad que ter'" \ mine aquel .:teto para cambiar impresiones durante el recreo. Otro tanto sucede en el Colegio. La campana anuncia il los niños la hora de la refección; en dos filas, como si nada anormal sucediese, bajan al c.omedor; se bendice la mesa y comienza el reparto ele la comida: guardan silencio y sola– mente se oye la voz atiplada del niño que lee como ele cos– tumbre. Mientras tanto, y sin que los religiosos se apercibiesen de ello, llegan a la plazuela del convento varios camiones .re– pletos .de milicianos, procedentes de Madrid unos, y de El
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