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- ro6- Con estas gratas impresiones finalizaba el día 19. Pero el siguiente, al ver los cañonazos que se disparaban sobre el cuartel de la Montaña y oír las tremendas explosiones y escuchar la Radio, que comunicaba a mediodía la rendición del mencionado cuartel y de los que estaban en el recinto de Madrid, los religiosos comenzaron a temer y a inquie– tarse. Sin embargo, las noticias que se recibían del cuartel de Transmisiones seguían siendo tranquilizadoras. Al oscurecer, Madrid aparecía envuelto en llamas; sus inmensas hogueras iluminaban el horizonte y podían fácil– f!lente verse desde muy lejos. Los religiosos pasaron la no– che en desasosiego: el .temor, la incertidumbre, la preocu– pación del mañana embargaban sobradamente sus espíritus para poder dormir con tranquilidaJd.. LA GLORIOSA CARAVANA Un ruido inusitado de coches, fuerte trepidar de motores sorprende c. los religiosos en las primeras horas de la ma– ñana del siguiente día, 21 de julio, cuando apenas las pri– meras luces ~<fu la aurora rasgaban las oscuridades de la no– che. Varios de ellos abandonan el lecho antes de la hora acostumbrada, y contemplan con ojos curiosos e interrogan– tes una caravana de autos, ligeros unos, pesados otros, no faltando algún tanque, que, en desordenada comitiva y a toda marcha, siguen la t ortuosa carretera a través del mon– te y en dirección del GttaJdlarrama. Nada sospechan entonces ni se percatan de la importancia de los acontecimientos. Ho– ras más tarde se dan cu.enta de que aquellos coches son los del regimiento de Transmisiones. · Una avioneta de negras alas había pasado la tarde an– terior por encima del convento y a baja altura, y asimismo había drudb ima vuelta sobre los cuarteles, arrojando pro– clamas y conminándolos a que se rindiesen. Sus jefes, cons– cientes de la situación, orqenan entonces, para la noche si– guiente, la marcha rápida hacia Somosierra, para pasar lue– g;o a las filas del Ejército nacional.

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