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- ror- Al enseñarme allí las fotografías sacadas en el Depósi– to Judicial en el mismo día ele ser recogidos los cadáveres, y poco después ele su fusilamiento, no pude por menos de horrorizarme; sobre todo al contemplar la del P. Alejan– dro, cuya boca y mandíbula inferior aparecen totalmente destrozadas, mi ánimo no pudo por menos de conturbar se sobremanera. Pero al ver la de Fr. Saturnino, las lágri– mas rodaron instintivamente por mis mejillas. Yo vi en él, en aquel semblante de niño, en aquel rostro sereno, pláci– do, que más que el de un muerto parece el de un .hombre que se ha entragado a un delicioso y beatífico sueño, vi, digo, la inocencia ultrajada, la inocencia vilmente asesinada, y que decía a sus verdugos: "Me habéi s asesinado sin ra– zón; era inocente, no tenía culpa alguna." Su rostro, a la verdad, más parece de persona que ·se ha entregado a un sueño quieto y placentero. Yo, al verle, inconscientemente me acordé de aquellas noches que prece– dieron a la revolución, de aquellas noches que, turnando, pasábamos en vela, en previsión de alg-ún desagradable acontecimiento; cuando se sentaba a mi lado, cerraba los ojos, simulaba dormir o se entregaba a un ligero sueño. Sí; también ahora, segada vilmente su vida, su cuer– po se entregaba al eterno descanso, mientras su alma vo– laba a la mansión de la paz y ele la dicha.

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