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- 100- que Fr. Saturnino, como lo había confesado ante los que le detuvieron, también ante los del tribunal y aun a sabienrlas de que le costaría la vida, confesó valientemente que era Re– ligioso Capuchino. Nada más podemos decir en concreto de cuanto le su– cedió. Solamente añadiremos que a la mañana del día 26 volvió el mismo chófer, que por cierto vivía en una casa pró– xima, llamado Santiago Cánovas, diciendo con guasa inso– lente y sarcástica estas textuales palabras: "Que ya le ha– bían dado el susto". Efectivamente; su cadáver fué encontrado en la maña– na de ese día en unos sola res de la calle llamada vulgar– mente de la "L", donde, sin duda, fué fusilado en las pri– meras horas. Seguramente que al recorrer en aquella madrugada ele agosto el camino de su calvario iría recordando las pala– bras hermosas que había escrito a su hermana, y que arri– ba hemos mencionado: "¡Adelante! ¡Somos de Jesús, y con Jesús hasta morir!" / Sus restos fueron inhumados el día 28: en el cemen– terio •de la Almudena, en caja y sepultura aparte, próxima a la del P. Gregorio. Allí estuvieron hasta el 9 de julio de 1940, en que fueron trasladados con toda solemnidad a la cripta de los Capuchinos, en la Sacramental de San Isi– dro, aunque fueron reconocidos e identificados con gran dificultad, por haber sido muchas veces removidos al ser sacados los otros cadáveres que en la misma fosa recibie– ron sepultura. ABRIL DE 1939 Había terminado la g uerra. Pocos días después se di– rigió el que esto escribe al cementerio de la Almudena, has– ta entonces llamado del Este, en busca de datos sobre nues– tros religiosos asesinados, tratar de saber el lugar cierto de su sepultura y los trámites necesarios para poder trasladar sus restos.
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