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-94- ces se hacía más íntimo, más vehemente, más espiritual, el deseo que Dios había puesto en mi alma y que hoy es la rea– lidad suprema de mi vida: ser sacerdote". Pasado el tiempo del postulantado, vistió el hábito capuchino el 1 de septiembre de 1930 en el mismo conven– to de Basurto, y allí profesó al siguiente año. Luego es eles– tinado al convento ele Madrid, dbnde permaneció el resto de su vida, a <'Xcepción de un año (1932-1933), en que se vió obligado a despojarse del hábito para cumplir el servicio militar. Durante él, el único temor que tenía era el de per– der su vocación; por eso la súplica que repetía en sus car– tas era siempre la de: "Pido a Dios que me haga morir an – tes que yo pierda mi vocación". El 21 (}e abril de 1935, fiesta de la Resurrección del Se– ñor, emite sus votos solemnes y se entrega por completo a Dios. Asisten sus padres a la ceremonia, y al expresarles sus deseos de pedir a los Superiores ir a las Misiones del Caroní (Venezuela), ante los ojos humedecidos de una ma– dre y una insinuación de ella, exclama: "¿Hay cosa más grande que hacer el mayor bien posible a los pobres salva– jes y morir mártir por ellos?" Dios le quería efectivamente mártir; pero no en el Ca– roní, sino en el mismo Madrid. SU VIDA RELIGIOSA.. . SU VIDA INTERIOR Mas antes de narrar los acontecimientos últimos que ·dieron fin a su existencia, digamos algo de lo que fué su vida religiosa durante los cinco años que en ella pasó. Poco podemos decir a la verdad. Fiel cumplidor de sus obligacio– nes, observ;)nte sobremanera, amable y servicial para con todos, se distinguió no obstante por su sencillez y por su piedad. Su humildad y su paciencia fueron igualmente a toda prueba: jamás supo dar a nadie una mala contestación ni responder una mala palabra. En las c-artas que escribió a sus padres y a sus herma-

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