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-93- pasará mucho tiempo sin alcanzar esa gracia, y el Señor, que le había condlucido por un largo camino de alegrías y penas, le mostró al fin el camino que para él tenía reser– vado. ENTRE LOS CAPUCHINOS Conoció al poco tiempo de su regreso a Bilbao a los Pa– dres Capuchinos de Basurto; se enteró bien de su vida y de su legislación y pidió, por fin, ser admitido en la Orden. . Comunicó jubiloso esta noticia al P. Maestro de Aran– juez, el cual le respondió en seguida: "Con agradabilí– sima sorpresa recibí el anuncio de su ingreso en la edifican– tísima Orden Capuchina, como fruto precioso de la consa– gración con que está usted dedicado a la Santísima Virgen. Millones de enhorabuenas, queridísimo Emilio. Créame us– ted que le he pedido al Señor le abriera camino, pues usted no es para el mundo, y, sin embargo, era claro que no le quería en la Compañía. Y el Señor, por mediación de su In– maculada Madre, le abre a usted las puertas de una Orden tan santa... " El día 8 de diciembre de 1929. fiesta de la Inmaculada, fué, por fin, admitido entre los Capuchinos. "A los pocos días--escribe uno de sus amigos, hoy en día sacerdote-, fuí a visitarle. Le encontré feliz. No se cansaba de hablar– me de la necesidad que sentía de huir id~l mundo y buscar la soledad. Todo para Dios y sólo para Dios. Quiere vivir escondido con Cristo en Dios. En sus palabras se traslucía su espíritu. Me hablaba de la vida religiosa, de la felicidad que en ella se experimenta y que en vano se buscaría en el mundo; del placer ele sufrir en silencio, del abandono en D ios. Yo mirab<f a mi amig-o Capuchino, y cuando mis ojos se encontraban con los suyos, leía en ellos más todavía de lo que me decían sus palabras. Cuando llegaba su hora vol– víase él al claustro y yo salía del convento. Atardecía. Por el camino sombreado que rodea el camino de San Mamés, yo iba continuando mi conversación con Emilio. Y enton-

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