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- 86- Mientras la señora le hacía el paquete de todas esas co– sas, preguntó al miliciano: "-¿Dónde tienen ustedes a este señor?" "-Está-respondió el miliciano-en Radio Comunista, Sector Sur del Puente de Toledo. Puede usted' ir a pregun– tar por él si quiere verle." "-No le vayan a hacer ustedes nada-añadió la seño– ra-; es up hombre bueno, un infeliz, incapaz de hacer mal a nadie." "-Pero si ~s que este hombre está indocument<bdo", -replicó el miliciano. "-Claro está: no deben ustedes e>..'i:rañarse de ello; ha– bía venido de su pueblo a ver algunos parientes y familia– res de Madrid y con el jaleo de la guerra se le ha extravia– do la documentación." "-¿ Pero cómo se le ha ocurrido a este hombre ir por esos sitios sin documentación alguna?" "-Nada .tiene de extraño: iba precisamente a visitar a un pariente suyo que vive en la carretera de Extremadura. :' Aun insistió la señora, diciendo que nada le hiciesen, que era un infeliz, que nada había hecho. "-Pues mire-replicó el miliciano-: todo depende de que conteste sí o no a la pregunta que se le ha hecho." La señora no se atrevió a inquirir qué pregunta era aquella de la que dependía su suerte; mas el lector fácil– mente lo ad~vinirá a no dudarlo. Ya en la puerta, y cuando el miliciano comenzaba a bajar la escalera, volvió a insi stir la señora con la misma súplica: "Se lo pido por lo que más quiera; se lo pido por su madre: no le hagan ustedes nada". "Le vuelvo a repetir a usted -contestó de nuevo el miliciano-que todo depende de la respuesta que dé a la pregunta que se le ha hecho." El miliciano bajó rápidamente la escalera, montó en una camioneta que estaba a la puerta y donde se hallaban otros milicianos y partió calle de Lope de Vega abajo, con rum– bo desconocido.

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