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- 85- ñDra de la casa con la intención de comprarle un mono; no pudo hallar ni uno siquiera, por lo que se decidió a llevarle una especie de gabardina o guardapolvos, unas alpargatas que pusiese en lugar de las botas que llevaba y una gorra de visera para que así despistase aún más. No queriendo ser más gravoso a aquella familia, optó ' por marcharse a otra parte, a casa ele un conodd'O suyo o pariente, que-según él mismo manifestó-vivía en la ca– rretera de Extremadura y era guardia de Asalto. Dió las gracias a sus bienhechores y entregó la cédula personal que llevaba ele religioso capuchino: "no quería le cogieran con aquel documento", despidiéndose de ellos y diciéndoles al mismo tiempo que, si para las dos no había vuelto, era señal de que se había quedado en casa de su pariente, y, consi– guientemente, que no le esperasen ya para comer. No obstante las muchas instancias que se le h icieron de que no se aventurase a salir de aquella manera, el, resuelto y decidido, salió de allí en dirección del Puente de Toledo y carretera de Extremadura. "¿ VIVE AQUI AURELIO DE OCEJO"? Dieron las doce ... la una ... las dos ... y Fr. Aurelio no había vuelto. Sus amigos de Lope de Vega se pusieron a co– mer. Luego de haber terminado y poco después de las tres, un miliciano llama a la puerta y sin más preámbulos pre– gunta: "-¿Vive aquí Aurelio de Ocejo ?" "·-Sí, señor- contesta la dueña de- la casa." " - Haga el favor-añadió el miliciano-de entregarme el sombrero, un paquete que tiene aquí (dicho paquete con– tenía solamente los utensilios >de la limpieza) y la ameri– cana." Todo ello se lo habían proporcionado en la calle de An– tonio Maura, amén de unas botas que el miliciano no quiso llevarse.

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