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-So - bían sido nombrados, es sometido a un minucioso cacheo, en que se les despoja de todo, absolutamente de todo, ha·sta de las prendas más insignificantes y necesarias : hasta de los pañuelos, hasta de los anteojos. Intervienen en esta opera– ción milicianos no adscritos a la custodia de la cárecl, con un cinismo y sarcasmo, con una brutali1dad comp~rable so– lamente a la de las hienas. Luego, después de atarles fuer– temente las manos atrás, se les ordena subir a los coches ... Momento decisivo y trágico en el que los que todavía $e creían se trataba de un·simple traslado, abren sus ojos a la triste realidad y comienzan a prepararse a bien morir. Lo que sucedió después, las emociones durante el cami– no, la terrible sorpresa de encontrarse en Paracuellos del Jarama frente a un grupo de foragidos sedientos de sangre humana, son cosas para no ser descritas. Una vez llegados al campo de Paracuellos, enrojecido por la sangre de millares de víctimas, unas zanjas, largas y profundas, se presentan a su vista; allí están también va– rios sepultureros en espera de cadáveres. Los presos, los que acaban de llegar en los coches, son luego mandados caminar hacia las zanjas en pelotones de diez o más, mientras que un pi.quete de treinta o cuarenta milicianos descargan sus fusiles sobre el grupo ambulante; al mismo tiempo, otros desgraciados contemplan más atrás, con horroroso espanto, la macabra deambulación de aquellos compañeros, que ellos realizarán dentro de pocos instantes, para recibir al final , unos muertos y otros vivos todavía, el tiro de gracia. Y como si esto fuese poco, tiene lugar a continuación una escena más propia de las aves de rapiña que de seres humanos. Una vez consumado el crimen, el vecindario de los pueblos circunvecinos, que había presenciado el marti·– rio, se dedica al saqueo, despojando a las víctimas de toda la ropa, cometiendo algunos verdwderas salvajadas con los cadáveres, calientes aun, antes de que los sepultureros de ofici·o, gente de derechas, castigada por su desdicha a tan horrible profesión, los arrastren hasta las zanjas como si se tratase de animales, y sirviéndose a veces de bestias de carga.

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