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ART. V: SILENCIO EVAXGÉLICO Y fUWULAR 29· 64. El entrar en el refectorio después de comenzada la bendición de la mesa, o en el coro comenzados ya los rezos comunes, es un desorden, un defecto en la vida re– ligiosa, una falta de consideración para con la comuni– dad, además de la falta que pueda haber ante el Señor ; deberán, pues, todos los religiosos, no habiendo causa que los dispense, asistir con puntualidad y fervor de es– píritu a todos los actos de la regular observancia, pen– sando que allí los espera la bendición de Dios U no y Trino. 65. Silencio evangélico y regular.-El silencio que nuestras Constituciones nos recomiendan tan encareci– damente y nos mandan observar ha sido siempre consi– derado como el sostén más eficaz del espíritu interior ; pues «Vana es. lp. religiosidad-dice el Apóstol Santia– go l- de quien no refrena su lengua». Silencio evangélico.-En consecuencia, guárdese siem– pre, en cuanto lo sufre la humana fragilidad, el silencio evangélico, huyendo de toda conversación que no sea necesaria o edificante, pues de toda palabra ociosa.. he– mos de dar cuenta en el día del juicio El silencio regular será perpetuo : en la iglesia, coro, sacristía y dormitorios, donde se prohibe hablar sin ne– cesidad; y, siendo necesario, se hable en voz baja y con brevedad; mas si la conversación hubiere de ser larga, debe buscarse otro sitio. El mismo silencio ha de obser– varse en el refectorio, desde la primera señal de la mesa hasta que se hayan dado gracias. Se observará también estrictamente desde la señal de silencio al fin del recreo de mediodía hasta después de Vísperas, y desde el fin del l Jac. 1, 26.-2 Math. XIT, 36; Con. 66.

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