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{82 PAR.T. lJI, CAP. 1II: SANTA VJSlTA se entregan con excesiva ligereza a Jos cuentos, a la mur– muración o maledicencia, y turban la paz de las comu– nidades. Por su parte, Jos religiosos estarán muy en guardia contra todo sentimiento de rencor. 440. Quien, llevado por buen celo y caridad, declara al Visitador algún defecto de su hermano, debe quedar~e tranquilo, sin preocuparse por el éxito de su delación, ni investigar si el Visitador hizo o no la corrección debida. Si no se ve siempre la corrección· del defecto manifesta– do al Visitador, nadie presuma por ello de pensar que no fué tenido en consideración, ni tome de ahí ocasión para no manifestar nada en adelante ; pues el Visitador debe tener en cuenta muchas cosas al hacer la corrección, y puede hacerla de diversas maneras, y esperar, quizá, ocasión más oportuna. A unos corregirá en secreto, por · entender que esto basta ; a otros, en público, juzgándolo conveniente y aun necesario para reparar el mal ejem– plo ; y otras veces lo hará por medio de otro, si lo cree más oportuno. 441. En la Visita, cumplido ante todo lo que pres– cribe el Ceremonial 1 sobre la inspección del sagrario, santos O leos y Reliquias, examina el P. Visitador cuan– to pertenece al culto divino, a la perfecta observancia de las rúbricas, y cuanto se refiere al estado material y eco– nómico del convento. Con este fin recorrerá las diversas dependencias para corregir los abusos que observe, ya contra la pobreza, ya contra la caridad debida a los reli– giosos, a los huéspedes, a los pobres y, principalmentt', a nuestros enferll)OS. · 1 c. 2972.

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