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La primera época de Pamplona (1942-1948) 95 Los fervores alcantarinos del intrépido P. Matías quedaban de mani– fiesto en la conferencia que dio a los teólogos sobre tal tema. Fue el día de la Virgen del Pilar del curso siguiente (1945) -ya el P. Lázam Director del Colegio-, y el cronista lo relata así: "Celebramos el Día Franciscano, orga– nizado por la Acade.mia Franciscana lntercolegial (AFT). Para darle vida, carácter y solemnid~d vino el Director de dicha Academia P. Matías de Torrano, Director del Colegio de Estella. En la velada colegial puso ante nuestra vista la figura grandiosa del gran franciscano S. Pedro de Alcántara. Nos propuso como conclusión el cumpUmiento exacto de la Regla, aun a cosra de la salud y de la vida. ¡Qué verdad es que los sanros tie– nen proposiciones enormes!" 16 Aquellos tres primeros años (1942-1945) Los amores primeros tienen el frescor y la fragancia de primavera, amores que no se entibiaron en el P. Lázaro; aquellos arranques iniciales dejan un no sé qué de sabor especial. Los que años después seguimos la misma ruta del profesorado y precisamente en aquel Colegio de Teología, sin ningún esfuerzo podemos ponernos en sintonía de tales sentimientos, porque algo sabemos. Recurrimos de nuevo a las notas del biografiado, a sus confidencias, que no son vanidad, sino dulces recuerdos. * * * En cuanto comenzó el curso con regularidad, me encontré ante una nueva responsabilidad muy seria. Los mejores de mis alumnos comenza– ron a pedirme dirección espiritual; y los que más insistían eran precisa– mente los de más edad, casi condiscípulos míos, ya que, por haber retra– sado uno o dos años los estudios a causa de la guerra, eran casi de mi misma edad. En un principio me resistí; no me sentía preparado bajo nin– gún aspecto. Por fin, ame la insistencia de los que querían dirigirse con– migo, consulté mi caso con un religioso prudente, a quien de momento había escogido por mi director espiritual, y éste me convenció, o mejor, me hizo ver mi responsabilidad para con tantos jóvenes faltos de dirección y de consejo. Debía, pues, doblegarme a lo que claramente era volunrad divina. Se abría a mi vista este nuevo aspecto de mi vocación sacerdotal, el más importante desde entonces. Comprendí ante rodo que debía tomar con mayor seriedad mi propia vida espiritual para no sentirme vacío ante mis hijos espirituales. Hice mi " Cránim 1/1, 12 octubre 1945 (redacción de fr. Tarsicio de Azcona).
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