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En Alsasua. aprendiz de sacerdote capuchino (1926-1931) 45 En quinto caí enfermo de gripe y tuve recaída; por lo que hube de pasar una temporadita en la enfermería. Pero siempre gocé de buena salud. Ser misionero: idealismo y ofrenda En julio de 19}1 terminó mi estancia en Alsasua. En los días de la quema de conventos pasamos a lguna zozobra por causa de los muchos izquierdistas que había en la población. Pero el ambiente vocacional del colegio era excelente. Yo sentía más que nunca mi deseo de ser capuchi– no pasase lo que pasase. Para entonces había crecido en mí fuertemente la vocación misionera; pensaba en los infieles, leía cuanto caía en mis manos sobre las misiones y soñaba con el día en que iba a tener la dicha de embarcarme para China. Por emonces hice yo un estudio de las encí– clicas misionales pontificias. Este ideal sirvió mucho para hacerme supe– rar las primeras crisis y los asomos de tentaciones contra la vocación: ¡tengo que ser misionero! No puedo hacer una mala parrida a Jesucristo. Era, sin duda, puro idealismo juvenil, pero bien orientado, aunque la fan– tasía tenía mucha parte. También tenía su parte el deseo de inmolación, y aun el martirio; pero me costó dar el sí a una posible exigencia del Señor: la lepra. En unas pro– yecciones que vimos en los pri– meros aí'ios, aparecían los lepro– sos muy al vivo; desde entonces recuerdo que solía decirle al Señor en mis comuniones: - Señor, hazme misionero, pero no entre los leprosos; no tengo valor. Por fin, no recuerdo cuándo, tuve ánimo para ofrecerme aun para ir a una leprosería, y me causaba consue lo esta posibilidad Vble. P. Esre/xm de Adoáin, animaJcrde mi vocación capuchina y misionera.
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