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44 VOCACIÓN Y CAMINO (1913- 1942) En tercero, mi evolución más llamativa En tercero, a los quince años, fue mi evolución más llamativa. Cultivé por primera vez la poesía; mejor, la versificación. En realidad, a pesar de mi ilusión por ser poeta, nunca lograría a lo largo de mi carrera ser más que un regular versificador. Nunca logré expresarme como poeta. Con todo, yo sentía dentro de mí al poeta y siempre he leído mucha poesía, clásica y moderna. En dicho año hube de escoger mis compañeros habi– tuales. Suelen formarse entre los muchachos dos grupos bien definidos: el de los audaces, amigos del ruido y de exhibir la personalidad, de salirse de los moldes hechos, con cierta tendencia a l gamberrismo, pesadilla de los valientes; y el grupo de los suaves, inclinados a la intimidad, delicados. No puedo todavía explicarme cómo, sintiendo mayor inclinación a estos últimos, me hallé públicamente entre los primeros. No es que me agrada– se el estilo de muchacho rebelde o libre, pero los de este estilo me conta– ban entre los suyos. Mi conducta, con todo, no fue mala, fuera de algún traspiés que otro, o mejor, de algunas actitudes mías que fueron mal inter– pretadas por los superiores. Algo, no mucho, me cocó sufrir por esta incomprensión. Y me sublevaba en mi interior contra cualquier juicio injusro sobre mi conducta o mls inatenciones. Por eso, en mis años de educador he optado por fiarme siempre de lo que me dicen los jóvenes sobre sí mismos; prefiero ser engañado ames que culpar a uno injusta– mente. En una ocasión, en cuarto, estuve a punto de perder la vocación por un juicio injusto de un profesor sobre una actuación mía; nadie lo supo; no se lo dije ni a mi director espiritual, seguramente por orgullo; pero tuve lma noche atroz; la sangre me hervía en las venas y me golpea– ba las sienes, presa de una indignación que no podía reprimir. Por fin, a la mañana siguieme, salf del paso con una resolución, seguramente poco humilde, pero eficaz. - Mi destino no puede frustrarse -me dije- por un hombre que se me cruce en el camino. ¡Adelante! En los años cuarto y quinm fui asentándome. Tanto que volví a ganar– me por completo la confianza de los superiores y vigilantes, que me con– fiaron los cargos de más responsabilidad ante los compañeros. Y, cosa notable, al paso que yo veía que orros "hermanos mayores" o encargados de cualquier vigilancia, se hacían odiosos o ridículos ante los compañeros, yo fui siempre bien recibido. Por entonces noté también cierro ascen– diente sobre alumnos de los cursos inferiores, que me confiaban fáci l– mente sus preocupaciones, sin trabar amistad.

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