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EnAlsasua, ap<endiz de sacerdole capuc:l\1110 (1926-1931) 43 En aquella siwación, que coincidía con un gran agobio económico, fue providencial el que la abuela recobrara sus energías de ama de casa, hasta el grado de que, a pesar de sus muchos años, tomó la dirección de wdo e l cuidado de los hijos y de las faenas domésticas. Por esta razón, y por otros motivos inspirados en una gran nobleza de miras y en la fidelidad a la difunta, nuestro padre no quiso contraer nuevo matrimonio, en contm de lo que muchos le aconsejaban; temía la presencia de una madrastra en casa al frente de toda aquella familia menuda. Y los hijos se lo agradeci– mos. Al cumplirse el año, pude volver de nuevo a casa para celebrar el :mi· versario, por una excepción que el P. DirectOr quiso hacer conmigo, ya que entonces esto no se nos concedía. Tampoco había vacaciones en casa. Ya no volvería a pisar al casa paterna ha~ta mi despedida para Roma al terminar la carrera. Aparición de la adolescencia Durante el segundo año, cumplidos los catorce, hizo su primera aparición la adolescencia con todo su acompaña· miento de tendencias, de vida de fanta· sía, de exigencias de mtimidad, de afir· mociones de personalidad independiente. Todo esto se haría más vivo al año sigt1ienre. Mi confianza con e l direcwr espiritual y mi firmeza en la vocación me hicieron orienmr basmnte bien todo aquello. Adquirió enonne intensidad la afectividad, que se iba localizando en los compañeros que mayor atracción ejercí– an sobre mí, no tamo por sus rasgos externos, cuanto por su carácter y otras peculiaridades. Pero era sobre todo interno. Nunca supe lo que es una amis– tad particular ni el cultivo de una inti· midad afectiva con un compañero. Yo alimentaba y embelleda aquellos obje· RomwalJo lria.u, Alsaswa 1931. tos de mi atracción en mi mundo interior; y todo iban bien, sin riesgo ni compromiso exterior, sin desengaños. Ni los mismos individuos supieron nunca lo que yo sentía por ellos.

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