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Romualdo, silencioso y sollador. Aspurz 1913-1926 37 rió a mí de esa bueml cualidad; pero senda muy hondo; además, experi– men taba por mí un amor admirativo, orgulloso, que era casi veneración. Yo sabía que ell::~ aprobaba, sin hablarme, todo lo que yo hacía. Al despedirme, muy sobriamente, sin llorar, me dijo teniéndome entre sus brazos: - Hijo mío, ¿a qué irte tan lejos? ¿no sería lo mismo quedarte con los agustinos aquí, en Artieda? Yo te tendría más cerca... Y cuando yo le contesté: - Es que yo quiero ser capuchino - se calló sumisamente. Otro compañero de mi edad, que se movió a ser religioso por mi ejemplo, se quedó efectivamente en Arlieda, por dar gusro a su madre; pero más carde se volvió a casa. Y continué mi viaje con mi padre.

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