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380 MISION OESOE ROMA (1965 -1997) Por aquclkJs días estaba en Asís un hermano de la provincia, el P. Juan Miguel Larrañeta, practicando un mes de espiritualidad por los lugares franciscanos. Se le llamó para que prestara sus servicios como enfermero del hermano que yacía en tales condiciones, cosa que hizo con exquisita caridad. Juan Miguel nos cuenta cómo le vio y cómo le asistió. Llegué - nos dice- el dín 6 por la mañana, y le velé hasta su muerte, es decir, las cuatro noches siguientes. En el lecho reposaba en todo momento en una profunda paz, en una plácida tranquilidad, sin señales de agitación inte– rior. Con frecuencia llevaba la mano izquierda a la cabeza y se mesaba la barba con un gesto característico en él. Mientr<:IS yo le asistí no dijo una palabra, no abrió los ojos. Mi oficio consistía en vigilar el gotero y refres– carle los labios. Parece que no sufrió; no le o í ningún ¡ay! de dolor"lY. El dí 8 llegaban de España su hermana religiosa Sor Visitación y una sobrina, hija de José, Presentación -Presen, en familia-, que vive en San Vicente, cerca de Aspurz. Imagine el lector la emoción, la carga interior de cariño y pena, de las dos mujeres al acercarse y besar al hermano y tío. ¡Tuvo un momento de consciencia para reconocerlas... ? El enfermo seguía realmente mal. El día 9 por la noche -cuenta Juan Miguel- hacia las 9 o las 10 hubo un momento muy peligroso, y temí que entonces mismo se muriera; llamé a las enfermeras y se venció la crisis. Pero la alanna no había sido falsa. Las horas siguientes iniciaron el final, y pasada la medianoche, hacia la 1.15 del nuevo día, lO de diciembre, miércoles, el padre Lázaro expiró. En el momento de morir se encontraba junto a él el P. Juan Miguel Larrañeta. Descanse nuestro hermano en el corazón del Padre. El biógrafo detie– ne aquí con respeto el tecleo ame la pantalla del ordenador y piadosa– mente quiere escuchar -no es vana fantasía- la felicitación que jesús nos ha prometido: iBien, siervo bueno y fid!: .:mra 1.:11 d gozo de tu Señor (Mt 25 ,21.23). Funerales mientras el Sínodo Rápidamente se comunicó la noticia por rodas las fraternidades de la provincia, como se hace siempre con rodos los hermanos. Tuvimos Insen– sación clara, y brotaba espontáneo el comenrari<), de que había muerro no sólo un hermano de la provincia, sino una gran figura de roda la O rden, que defmitivamenre pasaba a la historia de los capuchinos. El ministro provincial, P. Eleuterio Ruiz, se puso en camino Madrid-Roma para estar .... Testimonio dado verbalmente al autor de e-sta biografia.

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