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Bien. sieM> bueno y fiel 379 Todavía no he decidido nada, quizá me venga a lguna propuesta de parte de los superiores. Esroy indiferente''""'. Una semana en sile ncio ante el Padre (3 al 10 de diciembre 1997) EIJ de diciembre había sido un día de uabajo normal. A la tarde había tenido el encuentro bíblico con el grupo de señoras y hombres que de par de mañana participan en los Laudes y Misa de la fraternidad. El texto era de San Lucas en el Evangelio de la Infancia. Dí:1 de San Francisco Javier, fiesta en Navarra, y navarros son los hermanos Lázaro y Aurelio. El P. Aurclio había tenido definitorio general en Roma. A la vuelta y ya en la recreación de la noche se dijeron los dos navarros: Vamos a celebrar nues– tro Patrono. Celebración tan inocente como escanciar una copita de licor con algún aditamento. Por la noche nuestro hermano Lázaro se alargó más en la televisión. Y el motivo era porque se emitía un programa referente al Padre Pío. Se reti· ró a su habitación, que era una doble estancia: lugar de trabajo y contiguo el dormitorio, pasando del mismo despacho. Al llegar al dormitorio sintió que su cuerpo se desplomaba. Dio un grito pidiendo auxilio: ¡Padre Giuseppe..., Padre Giuseppe... ! El P. Giuseppe, guardián de la fraternidad, ocupaba el aposento vecino, pared con pared. Providencialmente se encontraba en casa y acudió al instante. El P. Lázaro se hallaba derribado de espaldas sobre la cama, si.n despojarse del hábito, y sin habla. Se le llevó al momento a la clínica San Sebastiano allí mismo en Frascati. A la mañana siguiente corrió la noticia por teléfono por rodos los conventos de la provincia: El P. Lázaro sufrió ayer noche una embolia cerebral y está paralizado y sin habla. Otros hermanos han pad<.>cido lo mismo. Yde pronto lo vefamo , en el mejor de los casos, en una silla de ruedas en nuestra confortable Enfermería provincial de Pamplona, una vez que se aclarase y eswbilizase la situación para poder trasladarlo a la provincia. Las cosas no fueron asf. El enfermo, postrado, emprendía ya el camino de la eternidad. En la clínica oportunamente se le administraron los san– tos sacramentos. La evolución del paciente no ofrecía esperanzas y por otra parte era imprevisible cuánto iba a durar aquella situación. .. CarTa privada, Frascati. 3 noviembre 1997.

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