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Romualdo, silencioso y solladO<: Aspurz 1913-1926 35 que era, pero se me grabó la melodía a pesar de mi mal oído); me pare· cieron ángeles del cielo; sin saber latín, creo que entendí todo lo que decía el canto. A la mañana siguiente bajamos a capuchinos. Asistimos a la Misa y nos confesamos durante ella con intención de comulgar. Pero no sabía· mos, pobres aldeanos, que el Sábado Santo no se puede comulgar si no es dentro de la Misa. estuvimos esperando mucho rato a que salieran a dar la comunión; entretanto, como era costumbre en nuestros conventos, comenzaron a quitar los velos de los altares, a limpiar la iglesia, y abrie· ron puen:as y ventanas; con lo que se formó una corriente muy peligrosa. Un fra ile se nos acercó para decirnos que ya no era posible comulgar. Sentí mucha pena, porque me había qu<.-dado embobado al ver comulgar a los estudiantes de teología, jóvenes de barba negra, acercarse a comul· gar con los pies de~calzos y las manos juntas, con un continente de santos que me causó un gozo inmenso. Aquello tenía que ser para mí. Nos pasaron al recibidor y nos dieron de desayunar muy amablemen· te. Después el padre Guardián me examinó y me tomó los datos para enviarlos al padre Director del colegio seráfico de Alsasua. Acompañado de mi padre, vi el convento, mientras la madre esperaba sola en el recibí· dor. Y por la tarde volvimos al pueblo. ¡Vaya día de Pascua fue para mí aquel año! La prueba S in embargo, aquel enfriamiento de la iglesia de capuchinos me iba a costar caro e iba a poner en peligro la misma vocación. A los pocos días, al volver del campo a caballo y querer apearme a la puerta de casa, vi que no podía; tenía los miembros endurecidos y doloridos. Me cogieron y me llevaron a la cama. Quedé imposibilirndo por completo; piernas y brazos me dolían a cualquier contacto o movimiento; tenían que hacerme todo. Sufrí mucho en el cuerpo, pero más en el alma. ¡Sería que Dios no me quería capuchino? ¡Iba a quedar así para toda la vida? Pero la cabeza esta· ba muy bien. Podía rezar, leer, aprender las oraciones y romances que me enseñaba mi abuela, verdadero estuche de cosas curiosas. Asf pasé dos meses que me sirvieron para acercarme más al Señor. Por fin a mi abuela se le ocurrió hacer una novena a San Antonio, ofreciendo unf1 limosna; y mejoré rápidamente hasta curar por completo. Debió de ser un reuma articular. Ya no se me produjo nunca, si no es algún símoma cinco años más tarde y nuevamente en el noviciado; pero fue poca cosa.

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