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34 VOCACIÓN Y CAMINO (1913 • 19-42) ¿y redenlorisla o cura... ? En camb1o los capuchinos no se 1nreresaban por mí. El limosnero de Sangües:~ me tomó el nombre; pero en v:~no esperé aviso ninguno duran– re varios meses. En la CuHrcsma del año 1926 d ieron misión en el pueblo los redentoristas; recuerdo que, en la recepción, bastante fría, yo llevé la bandera de la escuela. La predicación, aunque creo que no fue cosa del otro mundo porque el principal de los dos misioneros esruvo en cama casi roda la sem¡¡na, me hizo mucho bien y tuve una nueva vivencia de reco– gimiento intenso uno de los días; hasta debió de ser cosa llamativa, por estar yo con los demás niños, delante de todos en el presbiterio, porque después en casa mi padre me preguntó qué me había pasado en la 1glesia. El Párroco habló a los Padres de mí y, cuando fui a confesarme con con uno de ellos, me abordó sin más -no sé cómo me reconoció- queriendo convencerme de que fuese redentorista. Tuve valor para decirle que ya no quería ser ~ino capuchmo. Todavía llamaron a mi padre a la casa parro– quial para ver si podían conseguir que yo cambiase de voluntad. Mi padre se mantuvo fi el al respeto a mi libre elección. El p;1rroco apuntó también hacia el seminario; mis padres no tenían enronces recursos para costear– me los estudios, pero no hubiera sido dificil obtener una beca por la mfluencia de mi tío cura, que además era rico. Pero yo no quería saber nada de sotana;. Pasó también por entonces otro reclutador de vocaciones, creo que era paúl, que nos habló en la escuela a todos los niños, nos enseñó unos mura– les grande~ muy bonitos y luego nos hizo pasar uno a uno para ver si que– ríamos ir con él. Todos nos reímos de ~1 y le dijimos lo que nos pareció. Cuando me preguntó qué quería ser yo le respondí que alpargatero. No logró ni unn sola vocación. Capuchino En vista de que los capuchinos no respiraban, mis padres dec idieron tomar la iniciativa. Y el día de Viernes Santo e llos y yo montamos en el coche de línea (era la primera vez que mi madre montaba en auto) hasta Lumbier; aquí tomamos el tranvía lrati y fuimos a Pamplona. Vimos la procesión, que me impresionó mucho y me entusiasmó ranro, que les obli– gué a mis padres a asistir, bastante entrada la noche, a la procesión de la Dolorosa desde la catedral hasta la parroquia de San Lorenzo; fuimos acompañando la imagen; una vez en la iglesia, no ~e me hacía la hora de retirarnos. Un coro de tiples cantó el Srabat MateT (entonces no sabía lo

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