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32 VOCACIÓN Y CAMINO (1913 • 1942) El P. Lázaro guardó en feliz memoria los pequeños episodios que tejie– ron su vocación capuchina. Cuando ocurrieron estas cosas ya no era tan niño, y, como leyendo una sencilla página de la historia de Dios, dio a conocer con minucia los pasos e incidencias de su vocación juvenil. Un muchacho que iba para cura o fraile Mis padres y parientes siempre tuvieron la seguridad de que yo me iría cura o fraile. Y yo tambitn pensaba así. Al menos daba por seguro que no pararía en el pueblo muchos ai1os. No me draba el campo ni los ganados. Aquella vida se me hacía absurda. A veces pienso que pudo tener dema– ¡,iada parte en mi vocación aquella repulsión a seguir pasando el día detrás de unos animales, por causa de los cuales en los dos últimos años apenas pude ir a la escuela, con lo que a mí me gustaba. Un solo día hice calva por no tener valor para negarme a un amigo que la hada muchas veces, y wvc una vergüenza enorme delante de mí mismo por aquel comporta· miento tan estúpido. La vida sacerdotal me agradaba, pero no me tiraba ser cura. Eso que los párrocos que conocí entonces y un tío que venía muchas veces a nuestra casa eran excelentes. En cambio la vida religiosa, con lo poco que yo sabía de ella, me arrafa. Mi abuela tenía una vida de san Francisco de Asfs que me gustaba mucho (ella era terciaria franciscana). En una vida pequeña de Jesucristo, con figuras, la única página que se me grabó en la memoria y que la recuerdo vivamente es la del sermón de la montaña con las bien– aventuranzas. ¡Las entendía yo entonces? Cuando venía e l limosnero del convenro de Sangüesa, con su hábito austero, sus pies descalzos, su barba, y su modo tan suave de hablar, se me iban los ojos detrás. Además, me tocó leer en las noches de invierno para todos la vida del Vble. P. Esteban de Adoáin. Con todo esto, y lo que la gente decfa de la vida que llevaban los capuchinos y el modo como predicaban, veía que Dios me llamaba por ah f. Brotó también mi vocación misionera; se organizó por entonces la Santa Infancia en el pueblo y yo fui celador, encargado de repartir los "Anales" al coro respectivo. Todo esto me agradaba mucho. Pero no dimos ningún paso.
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