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Romualdo. silencioso y solladot: Aspurz 1913-1926 31 Ya en la cima, yo rezaba confiado. La yegua tomó la senda del otro tér· mino y tomó carrera. Pero en el momento de llegar al portillo de la muga, paróse de golpe, como si alguien puesto allí le detuviera e l paso; vaciló, y haciendo un viraje se alejó rápida cumbre adelante camino de mi casa. Miré; no había nadie. Sentí como si todo mi ser se derritiera de ternura para con el Padre celestial que tan bondadosamente había escuchado mi oración. Eché a andar en la misma dirección de la yegua, cantando, rezando, dando gracias, amando. De prontO, allá lejos, en la torre del pue– blo, comenzó a oírse festivamente el volteo de las campañas; era una fies– ta importame al día siguiente; creo que la Ascensión. Iba tan fuera de mí mienrras bajaba del monte, que no me d i cuenta de que había perdido de vista a la yegua y ya no iba delante. Al llegar cerca de la carretera, oí que desde el otro lado del río, delante de la casa, me estaba llamando mi padre alarmado por la hora. Un alto en el camino Vamos contando una historia con palabras del protagonista, que por cierto no las escribió como un libro de memorias para reconocimiento de la historia. Fueron, por el contrario, palabras del corazón brindadas como obsequio de amor. Pero ya se sabe que sólo el corazón atina con la verdad. Al escribir esta biografía hemos comenzando, asf tan sencillamente, por las sendas verdaderas del corazón. Y llegados aquí, esto es, apenas comenzar, tenemos la sensación de haber conrado lo principal. Acaso lo siguiente, la historia contable de obras y cargos y viajes por el mundo, no sea, para conocer de verdad a la persona, más que la consecuencia anecdótica. Estos episodios de infancia nos descubren el secrew profundo que latfa en el fondo del ser y que explican los fenómenos de superficie. El P. Lázaro era serio y trabajador, adusto..., era así o asá. Míralo; era en su infancia un alma tersa¡ era, aun siendo grande, un niño; tenf::t com– zón de niño... Lo decimos para que el lector saque sus propias conclusiones, si ha conocido al escritor P. Lázaro, al director del Colegio, al famoso P. Lázaro. Para que el lector -repetimos· tenga las claves para comprender la vida de este cristiano. Pero no debemos demorarnos y hemos de continuar el hilo del relato.

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