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Capítulo XVI Abierto a la Iglesia santa Nos hemos demorado en los dos capítulos anteriores hablando del P. Lázaro y las capuchinas. Parecía que no acabábamos de salir de la propia capilla. La verdad es que no hemos terminado con el asunto. Si hemos de ser fie les al relato de la historia que nos hemos propuesto debemos seguir todavía informando de nuevos rrabajos del ilustre biografiado en favor de la propia familia capuchina. Capuchinas son las Terciarias Capuchinas, que inició un capuchino de la seráfica provincia de Valencia, a las que el P. Lázaro quiso con especial cordialidad. Y capuchino~. incluso de la pro· pia provincia, el Padre El.teban de Adoáin, como ya vimos en su lugar y en romo al cual tenemos que añadir rareas importantes. Con todo, es de justicia decir que el P. Lázaro ha dilatado su mirada y ha trabajado con generoso corazón más allá del propio recinto, abierto a la Iglesia sanra. Hacia una confederación espiritual de toda la gran famiJia franci scana El humilde y pobrecillo Francisco escribió la Regla de los hermanos menores, que de modo definitivo fue aprob;1da e l 29 de noviembre de 1223 por el "señor Papa llonorio 111", tomando el lenguaje reverencial del mi~mo Poverello. Por los avatares de la historia aquella familia inicial ~e fue diversificando, siempre en lance por el ideal, y por simplificar al súm– mum los datos, direm~ que esta sola familia de los Hermanos Menor~. que profesa la Regla de San Francisco, tiene tres nombres, tres modalida– des, tres variames o Constituciones diferenres. Yestos grupos nacidos del mismo tronco se denominan en la actualid11d por una convención de

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