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Capítulo XV Por santa Verónica Giuliani y otras santas capuchinas Es buena la compañía de los santos, los del cielo y los de la tierra. Al P. Lázaro le cocó en suerte vivir en el jardín de los santos, trabajar por ellos desde el taller de su celda. Hablemos de esta faceta importante de su per– sonalidad, ocupación que le llevó buena parte de su tiempo en los años maduros. Se afanó muy especialmente por los santos -samas, más bien- de la familia capuchina. Aparte de la citada hermana mexicana Margarita de la Cruz, traigamos a la memoria a otras figuras capuchinas, que son éstas: María Ángela Astorch, Verónica Giuliani, Florida Cevoli, Serafina Prat y Costanza Panas. La beata María Ángela Astorch Era postulador general de la O rden Capuchina para las causas de los santos el P. Bernardino de Siena. Fuera por el espíriw laborioso de aquel hombre o porque los momenros providenciales Dios los depara por otros caminos, es e l hecho que un día apareció en nuestros medios franciscano– capuchinos el nombre de una monja para la mayoría de nosotros desco– nocida: Marfa Ángela Astorch, muerta a los 73 años en 1665. ¡Hay tan– tas figuras oscuramente gloriosas en el tesoro de los monasterios! Pero esta mujer tenía unas características que le podían aureolar con cierto atmcti– vo de modernidad. Había sido monja escritora, y escritora de estilo; en su espiritualidad una enamorada del Oficio Divino, ahora llamado con más frecuencia "Liwrgia de las Horas". Marfa Ángela Astorch, muerta hace tres siglos, podía ser nuestra contemporánea. Había que rescatarla. Nacida en Barcelona (1592), de once años había iniciado allí la vida capuchina; vino entre las fundadoras a Zaragoza (16 14), y coronó su vida

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