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282 MISIÓN DESDE ROMA (1965 ·1997) En cuanto a las "escuchas" es cierto que es punto que se halla en la Regla yque fue gene– ral en todos los monasterios como norma de la Iglesia (no es por lo tanto algo caracLerísti· co de las clarisas o capuchinas); pero hoy los motivos no son los mismos y la misma Iglesia ha cambiado de criterio sobre esta especie de desconfianza hacia La mujer consagrada. En mi opinión esa costumbre, aunque esté expresada en la Regla, debe desaparecer. Y como criterio general debe desaparecer todo aquello que rienda a considerar a las religio– sas como menores tk edad. Por lo tanto desde este punto de vista habrá que revisar otros Lu capuchinas,_.,¡,'~· muchos usos que obedecen a este concepto ya superado de la mujer. Si una mujer consagrada es tratada de hecho como menor de edad, lo será mela La vida y se mantendrá en ese estado de un crecimiento psicológico y humano detenido, o contrahecho desde el noviciado; de donde procede ese concepto que se tiene a veces de las reli– giosas de vida de clausura de que son ñoñas, aniñadas, de horizontes men– tales reducidos... Es un concepto injusto, hablando en general, pero no falta base. El Concilio insiste en que los religioso desarrollemos nuestra perso– nalidad al máximo, siendo personas plenamente responsables. Aquí entra de lleno el modo de ejercer la obediencia, pero ya esto entra en los crite– rios fundamenta les de la vida religiosa, y el modo de educar a las jóvenes. Aun sabiendo que no faltarán abusos y que no tOdas las religiosas, o por falta J..: virtud u pu1 no ~tar preparadas para esa responsabilidad personal, serán dignas de tal confianza, hay que ir por ese camino, hay que fiarse de ellas. Si La visita que recibe una religiosa es justificada, hay que dejarla sola con los visitantes. Además de la muestra de confianza que supone, se evita esa impresión de que las religiosas tienen poco que hacer en el convento, hoy que tanto se estima el precio del tiempo y el trabajo. Algo habría que decir también respecto de la correspondencia; mien– tras una religiosa esté sujeta a que las cartas que escribe y las que recibe son leídas por la superiora seguirá adoptando actitudes de una menor de edad y se probará como tal.

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