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264 MISIÓN DESDE ROMA (1965 ·1997) Mi agradecimiento particular al P. Sebru.tián lbars, que programó mi itinerano con admirable precisión y tomó sobre sí la fatiga de ir lleván– dome de un monasterio a otro, manejando incansable a lo largo de varios miles de kilómetros de carreteras de un litoral a otro. Hubo que descartar, en efecto, la ayuda del P. Javier Osés, que tuvo que viajar a su patria ante e l alarmante estado de salud de su mamá. Pido a l Señor que la deje wcal– menre restablecida y pueda regresar cuanro antes entre sus queridas capu– chinas de México. No necesitO ponderar la labor abnegada que estos dos hermanos míos continúan prestando, bajo encargo especial del ministro general -y el P. Sebasrián como asistente de las dos Federaciones-, en la asistencia a todas las comunidades de Capuchinas. Que el Espíritu Santo les ayude con su luz y w fortaleza en una misión ran necesaria como delicada. He podido comprobar en la mayoría de las comunidades los efecros benéficos del tra– bajo que ellos van llevando a cabo. De manera especial quiero expresar la gran satisfacción que me han producido las dos semanas para fonnaá.ora:s, la primera en Guadalajara, con asistencia de 51 participantes activas, la segunda en México, D.F., calle Goya, con 60 participantes, entre ellas dos clarisas del monasterio de Corpus Christi. Fueron muy contados los mona;tenos que no estuvieron representa· dos. A mí me han servido para darme cuenta del sincero interés con que en la mayoría de las comunidades se toma la buena formación de las jóve– nes que el Señor les confía como un don de su amor; de manera especial he comprobado ese interés en las mismas responsables directas de la for– mación que han integrado ambas semanas, siguiendo con sumo mterés las lecciones, comando parte en los grupos de trabajo y haciendo llegar sus preguntas muchas veces llenas de inquietud. No dudo en afirmar que es la mejor experiencia que he tenido hasta ahora con las capuchinas de todo e l mundo, sólo comparable a las inolvidables jornadas de Puente Grande en 1973. Que el buen Dios haga fructificar tan prometedora sementera, y que bendiga a todas y cada una de las formadoras en su difícil pero fecun– da labor, y bendiga también a las dos Madres Presidentes, María de Jc~ús lbarra y María del Carmen Araiza, por la paree cornada en la organización y preparación y a las superioras y hermanas de las comunidades de Guadalajara y Goya por el fraterno servicio'"'.

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