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Capítulo XIII Consejero de la Orde n, a la escucha de l Espír itu (1970-1976) La entrada en el definitorio general En sus años jóvenes el P. Lázaro había deseado ser definidor provincial, consejero, cosas que por rubor no se dicen en conversación, porque sue– nan a pedantería y vanidad, pero que se Jejan caer en notas confidencia– les, en papeles de amistad. Lo deseaba no por e l gusanillo de figurar, sino por el bienintencionado deseo de tener una llave de influjo en la marcha firme de la provincia, más en especial del Colegio. Y ahora, ¡le apetecía el puesto de definidor general de la Orden? Lo ignoramos. Seguramente que no le desagradó. Si los votos eran un refrendo a su trabajo de rector y un reconocimiento de su valía de estudioso y orientador, el entrar en el definitorio era entrar en el corazón de la Orden y acceder a un área de conocimiento e influjo privilegiada. Fue una experiencia nueva y muy rica. Tenemos que hablar de personas, de una cercana fraternidad con la que va a convivir en muchas horas de trabajo. Yel primero el P. General. Como cada uno llevamos el aire que llevamos, el nuevo general de la Orden, P. Pascual, llevó su peculiar estilo al definirorio. De joven había pasado por la universid<td de Friburgo en la rama de letras, y su tesis sobre Paul Claw.lel y la Biblia marcaba cuáles eran sus aficiones: un humanista de corre profundamente e~piri[llal. En el Colegio capuchino de Smns (Suiza alemana) explicó durante 32 años lengua y literatura francesa e italiana. Pero él era un hombre de acción, y sus querencias ímimas le empujaban al contacto directO del ministerio, con un gran corazón abierto a la amis-

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