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168 FORMADOR EN LAPROVINCIA(1942·1965) Para nosotros supuso una auténtica bocanada de aire nuevo y fresco. Las explicaciones de los temas franciscanos resultaban atractivas y nove– dosas, preparadas a conciencia. Las cinco semanas intensivas sobre el seguimiento de Jesús y sobre los consejos evangélicos que nos dio a lo largo del año fueron de verdadera categoría. De hecho, los apuntes toma– dos por nosotros fueron después mecanografiados y enviados a muchos hermanos que los solicitaban durante los años siguientes. Los temas de estas semanas fueron el núcleo de libros posteriores como Vocación Franciscana, cte. En la vida cotidiana del noviciado fue abriendo nuevos estilos. En cuanto aparecieron los primeros fríos, nos obligó a todos a usar jersey, pantalón y hasta zapatillas con calcetines. Mandó hacer hábiros con tela fina como pijama; obligaba a alimentarnos con abundancia, insistía en la necesidad de practicar el deporte y de dormir el tiempo necesario. Son aspectos que hoy nos hacen reír, pero entonces eran como dogmas que se desplomaban ante nuestros ojos y ante casi el escándalo de personas más rígidas. La hoguera de sus papeles No interrumpamos al P. José Luis; pero atención a este testimonio, renglón seguido de su cscriro, porque es todo un símbolo de una opción personal que hace el P. Lázaro, cerrando un pasado y poniéndose en dis· ponibilidad de un presente que no sabemos adónde le va a llevar. *** Durante una buena parte del año el P. Lázaro mantuvo una fuerte lucha dentro de sí mismo. No pudo incorporarse t~l noviciado desde el primer día por compromisos adquiridos e ineludibles de trabajo. Lo hizo unos quince días más tarde. Se trajo cajones enteros de fichas y materia· les de trabajo intelectual y de investigación, con la intención sin duda de continuar sus proyectos intelectuales en horas libres. Pronto se dio cucn· ta de que si quería entreg;lTSe de llenc1 ::. s11 r:~rPll de maestro de novicios, iba a disponer de poco tiempo para otras cosas. En momentos de más cer· canía y confianzll nos confesaba su problema y su tentación. Llegó un buen día en que llamó durante uno de los recreos a algunos novicios para que le ayudásemos. Nos hizo bajar desde su habitación hasta el patio un buen número de cajas llenas de papeles. Nos pidió que le ayudáramos a vaciarlas en montones y, ante el asombro general, les prendió fuego. Con lágrimas en los ojos mientras atizaba las llamas, destruyó y terminó con muchos años de trabajo e investigación y se cerró las puertas de trabajos
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