BCCAP000000000000132ELEC

El corazón de la mujer 161 víctima al Señor por el éxito de la obra de "Villa Teresita". Entonces comprendí aquella alegría extraordinaria que mostraba en medio de los dolores tan arroces. Mis clases en Villa Teresita duraron cinco o seis ai 'l.os , hasta que salí de Pamplona. Perfiles: "sentirse llamar Padre sabe a cielo" Basten los daros que hemos aducido. ¿Hemos llegado al último secre– to de la relación del P. Lázaro con la mujer? No, sin que en modo alguno este no suponga una extraña sospecha. Pero tenemos trazos suficientes para perfilar un diseño verdadero. El P. Lázaro, hiératico en su porte pero de exquisita sensibilidad inte– rior, vio desplegada su afectividad a través del mundo espiritual que le posibilitó el corazón de la mujer, de la mujer consagrada, en concreto. Era una escondida riqueza que llevaba consigo y que guardaba celosamente. Ahora bien esta relación afectiva en ningún caso fue, ni en el sentido más noble, una relación de amigo a amiga. Él, de modo muy consciente, la esmbleció como una relación de paternidad espiriwal. Es sus páginas él habla con naturalidad de sus "hijas espirituales", cosa que jamás le oímos en público, y él ha podido escribir un párrafo de este talante, a propósico de hija espirituales: "y una hermanita [...] inocente, de oración muy ele– vada, una verdadera santita que da envidia por el modo tan natural y tan entero con que se abre al Señor y por la luz sobrenatural que üene para orientar su conducta. No la conozco de cara ni de nombre, sólo sé cómo es un alma transparente, de niña, pero alma muy enriquecida por Dios. Sentirse llamar Padre por tales criaturas sabe a cielo. Suelo tener miedo de poner mí acción en ella no vaya a ser que mis manos torpes oscurezcan la belleza de tales flores abiertas para ofrecer su corola al Divino Esposo y a nadie más". * * * En la introspección de sus sentimientos el P. Lázaro ha llegado a ver su escondido deseo de encontrarse en los demás. Darse todo, sí, sin guardar– se nada, pero necesitar la correspondencia en el aprecio, en la entrega, en el afecto en suma. El hombre y el cristiano tratan de ponerse de acuerdo para lograr dignamente la vida en el amor. * * * Ha habido siempre en mí una fuerte tendencia a encontrarme en los demás: verme en las inteligencias de los demás, y para eso enseñar, orien-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz